Sobre Tyrone Baboon

Posted by  Tarride | Posted on 12:51 p.m.

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Baboon tenía ciertas características extrañas. No era abiertamente maniático, pero revisaba unas tres veces al día si había dejado el gas de la cocina abierto. Decía que no fumaba, pero lo hacía de todas formas. Bebía a pesar de tener lengua y garganta casi insensibles (o tal vez por eso lo hacía).
De joven trabajó en un barco, pero nunca se hizo a la mar porque sentía pánico del agua. El primer hombre que cayó bajó su puño certero fue de hecho el capitán del mismo barco, siguieron un par de marinos y ahí quedo todo. Tyrone era menor de edad y en el puerto tampoco era cosa de ir a acusarse unos a otros. Viajó y probó suerte como empaquetador, cargador y conductor de camiones, boxeador y enrrollador de puros. Baboon a los veinte años ya había recorrido buena parte de América. Un tipo raro, poco estable, pero más allá de eso nunca un delincuente.
Hasta que un día le ofrecieron dinero por golpear a cierto personaje. El tiempo de boxeador en México hizo brasas en su estómago, y aceptó sin pensarlo dos veces. No se trata aquí de dar una explicación biográfica sobre el Baboon, sino simplemente relatar una forma de ver los sucesos.

Era dieciocho de septiembre de un año que no importa, en Puerto Rico. Era domingo, y la presa salía ese día borracho como siempre de un bar sucio, pero no tan sucio, cerca del hotelito de Blas Machado (quien en algún momento emplearía a Baboon también).
Siguió de cerca su objetivo, hasta callejones mas apartados, y en el último momento gritó. El tipo al darse vuelta lo miró con sorpresa. Era enorme, aún mayor que Baboon, pero el contratado se lanzó sin pensar hacia su presa. Un destello rápido y un disparo. Baboon tambaleó en el impulso de su golpe errático pero no cayó. Intentó un segundo golpe y sonó un disparo más. Las rodillas le temblaron, sintió la sangre en su vientre, caliente, negra en la noche. Sintió como si le agarraran de la nuca y lo lanzaran boca al suelo. Mientras perdía el conocimiento vio como se alejaba el tipo que se suponía debía golpear. Lo último que pensó antes de cerrar a negro, fue en sus manos en el cuello del mastodonte armado.

A las horas abrió lentamente los ojos. La sangre había parado, y a pesar de la cantidad que empapaba su ropa y los adoquines de la calle seguía vivo. Consideró pedir ayuda, pero notó que podía pararse solo. Se sentía pésimo, revisó sus heridas y vio que ambas balas habían milagrosamente escapado de la carne y contra toda ley física habían caído al suelo. Dos agujeros palpitaban en su piel. No entendía que pasaba, y pensó que tal vez el poder divino le había dado otra vida para eliminar al tipo que hacía un rato lo dejaba tumbado a morir.
Caminó por las calles oscuras hasta la casa donde sabía estaba el hombre de la pistola, mientras una idea comenzaba a tomar forma en su cabeza. Esto era lo que debía hacer, esto era para lo que había nacido. Si las balas rechazaban su carne no podía haber otro motivo que estar predestinado a ajusticiar a sus semejantes.
Rompió la puerta de una patada y corrió hacia los dormitorios. Una mujer se colgó de su cuello, pero el peso parecía nulo, de su estómago comenzó a saltar sangre nuevamente al lograr llegar a la cama que buscaba y apretar entre sus manos las de la persona que en ese instante odiaba más en el mundo.
A los minutos la sangre se mezclaba enloquecida, entre ropa, rostros y sábanas. La masa informe de lo que había sido un ser humano se convulsionaba entre los brazos de la mujer y los golpes de Baboon. Se detuvo, se recuperó de sí mismo y dio un par de pasos atrás. Tyrone estaba bañado en sangre, las heridas seguían borboteando pero no sentía cansancio ni dolor. El tipo de la pistola tenía la cabeza hundida, el hueso se había hecho polvo, pero ya estaba quieto. La mujer sólo lloraba.
De una mesa tomó la pistola y apuntó. El llanto se detuvo en el acto. Lentamente dio media vuelta y salió al aire y la noche siendo otra persona, algo distinto. Creyendo en sí mismo de otro modo.

Mudanza

Posted by  Tarride | Posted on 12:36 p.m.

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A media escalera, piso 3 digamos, tuvieron que dejar el sillón en el suelo. Afortunadamente el descanso estaba abierto hacia el aire libre, y entraba una brisa fresca preocupantemente perfumada. Biperideno comentó algo sobre haberse fijado antes en el tamaño del ascensor, Haloperidol tosiendo encendió un cigarrillo. Faltaban aun 3 pisos, pero más aun faltaba una cerveza. B subió al departamento de H por ella.
Mirando como atardecía bebieron sentados en el sillón, conversaron un rato y continuaron arrastrando el mueble camino arriba.
Las latas las dejaron caer por el ducto de desechos, sonaron dolorosamente al chocar contra las paredes húmedas mientras se perdían en la oscuridad y la basura.

Los mejores días

Posted by  Tarride | Posted on 12:13 p.m.

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"Jamás" es un concepto bastante relativo y contextualizado, "jamás" podría entenderse como un "hasta siempre" o un "para siempre" o un "nunca" incluso, hasta como un "imposible". Dentro de la imposibilidad de las cosas, los vacíos de los últimos días pasados se habían llenado con sonrisas sigilosas.
Biperideno vagaba por recuerdos cuando ya no era necesario hacerlo, lo "imposible" toma otra cara cuando hay motivos para querer creer que no sea así. El frío, a pesar de los postulados de H, había regresado. B se regodeaba con una taza de café.
Las cosas tomaban un rumbo que no era ninguno, se alejaba de ellos (de todos), no daba pistas de caminos por tomar, y todo eso tenía algo de "jamás" y de "nunca", que para el caso era lo mismo que decir "probablemente" o "pronto".
Biperideno miraba el café dar vueltas en la tacita, se imaginaba a sí mismo bebiendo de ella. ¿Cómo se vería eso?
H se sentía mal, las cosas iban bien con él pero no con su salud. Tenía que descansar. H dijo que Bipe tenía razón, que se veía tierno. Los últimos días que habían dado vuelta las cosas (para más de uno) estaban impregnados aún de una borrachera dulce y primaveral. No hay caso, pensaba B. Es siempre lo mismo, tantos años atrás.
Luego de eso volvía a meditar mirando la tacita, en los "jamás" y los "posibles", y en los días que había destruido con los labios, amarrado en abrazos y risas, y posibilidades.
Haloperidol telefonea a Bipe, se siente bien porque está dopado, creen que es momento de volver a salir. Bipe hace notar que ya es primavera, y que es triste y feliz a la vez, pero por sobre todo que ronda una risa en sus oídos, que es lo que le hace falta.