Polvaredas

Posted by  Tarride | Posted on 10:33 a.m.

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Veía cerros, intentos de árboles marchitos, casuchas y polvo, toneladas de polvo bailando con el viento. Cerros grises, cabras, cercos maltrechos, niños jugando a la pelota. Una sequedad austera y homogénea, ni una brizna de verde, ni un sólo color vibrante. La ventana del auto era el marco a una deprimente función de otras épocas, en que los colores aún no tenían la tecnología para parecer reales.
Las niñas dormían en el asiento de atrás, transpirando con el sol que se colaba entre las nubes, con los labios secos, con el pelo húmedo. Bipe manejaba mirando fijo al frente, parecía dormido, yo mismo tenía la sensación de estar dormido. Las latas de cerveza molestaban en mis pies, me dolía la cabeza y mis lentes no estaban en ninguna parte.
Intenté quedarme dormido, pero el calor sofocante de la resolana era tan agotador que sólo me cansaba más y más quitándome el sueño al mismo tiempo. En esta especie de apocalípsis matinal, en esos desiertos no tan desérticos corríamos una carrera sin sentido hacia un punto lejano que permanecía siempre inmóvil.
Repentinamente Bipe detuvo el auto, se restregó los ojos con los puños y salió. Lo ví alejarse caminando algunos pasos. Las hermanas seguían dormidas, y preferí no despertarlas, me bajé y lo seguí. El viento era cada vez más fuerte subiendo la loma mientras seguía a mi amigo, desde la cima se podía ver un pueblo en una pequeña caleta. Me explicó que teníamos que pasar por ahí para resolver un asunto con un viejo conocido.

Cena con Amigos

Posted by  Tarride | Posted on 10:06 a.m.

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Haloperidol me invitó a cenar a su casa hace algún tiempo, todo anduvo bastante bien hasta la llegada de Biperideno con una bonita joven. Desde ese punto en adelante la cosa comenzó a tornarse extraña, una desconcertante escalada de indirectas y miradas de reprobación. Supongo que los tres habían tenido alguna historia tiempo atrás pero no me atreví a preguntar, creo que sólo habría ocasionado la explosión de la tensión en juego.
En cierto momento me alejé al balcón del departamento para respirar un poco de aire y encender un cigarrillo, fue cuando Juanita salió y me pidió uno. Podía escuchar a H y Bipe discutiendo en la cocina. Juanita me conversaba sobre cosas que no recuerdo exactamente, pero era amable y risueña, los problemas que se ventilaban dentro de la casa no la tocaban, o simplemente no los visualizaba como eso... problemas.
Pero los problemas que suponía en desarrollo en la cocina terminaron repentinamente, en medio de carcajadas... escuché un fuerte portazo, para luego ver salir caminando a los dos amigos abajo hacia la calle. Estaba solo con Juanita ahora en el departamento, y ella en vez de preocuparse parecía divertida con la situación. Entré para ir al baño y divisé la habitación de H con las luces bajas y una botella de champaña en el velador.

El Sol de Otoño

Posted by  Tarride | Posted on 10:11 a.m.

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Bipe se sentía un poco incómodo, no estaba seguro si tenía que tomarse las cosas muy en serio, pero más allá de eso creía que había una parte que se le estaba escapando. Aflojó el brazo de la cintura de su amiga y metió las manos en los bolsillos. Ella siguió caminando sin decir nada. La tarde era bastante gris, otoñal y con sombras largas y duras, como si el sol al pasar por la neblina ciega que cubría todo sin hacerse visible cambiara la calidad de la luz para tornarla incómoda y dolorosa a la vista. Miró a Juanita de reojo y supo que ella no estaba ahí, quizás incluso si le hablaba no le escucharía. Suspiró suavemente y miró hacia el frente, ya podían divisar el edificio de Haloperidol y por un instante consideró detenerse y pedirle disculpas por no acompañarla hasta ahí, para poder estar solo, caminar sin rumbo y poder realmente pensar en las cosas que sentía necesitaba pensar. El ruido de las botellas en la bolsa que llevaba Juanita lo despertó y se dió cuenta que habían llegado, sintió un nerviosismo caliente que subía por su garganta, miró al suelo y luego a ella, y sonrió. Tocó el timbre de la conserjería y esperó la voz deforme y nasal que les diera la entrada.

Top Ten

Posted by  Tarride | Posted on 9:52 a.m.

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¿Cuál es tu Top Ten?, preguntó H a Bipe por segunda vez. No seas estúpido dijo, cómo quieres que haga un ranking de algo tan ridículo. Qué se yo, es para pasar el rato, hace un tiempo atrás hacíamos ésto todo el tiempo, contestó. Bipe lo miró divertido y soltó rápidamente: el Chacho Barriga, el de la botillería de Don Rolo en Obando, ¿recuerdas?, era el que desaparecía a las cinco de la tarde para "ir a tomar onces". Sí... dijo H, lo recuerdo, era el que usaba grasa de camión como gomina. De hecho alguna vez me lo encontré en el Bar Trudela en Santiago, pero no me reconoció, tenía el camión estacionado afuera, cargado con corderos, hubieras visto el ruido infernal que había en la calle con los pobres animalitos al sol. Claro dijo Bipe pensativo mirando una grieta en la pared que se parecía peligrosamente a una silueta femenina. El otro que tenía esa cualidad insólita era Jamie Packary, ¿te acuerdas?, hacía las cargas en la pensión de Felicita en la playa, la que parecía penitenciaría. Ese tipo alguna vez de hecho quizo golpearme, no recuerdo bien porqué, creo que lo insulté por algo. Bipe seguía concentrado en la grieta y no dijo nada, por lo que Haloperidol continuó: pero al que recuerdo con más extrañeza es al primo de las hermanas Alcayota... ¿cómo se llamaba Bipe? Biperideno se levantó rápidamente y garabateó sobre la grieta dibujando cara y razgos, y sombreando las curvas para realzar las líneas de pechos y piernas. No sé dijo, pero creo que algo tenía que ver con la "boti" de Rolo, ¿no? H quitó el lápiz a su amigo y se acercó al garabato para agrandar un poco las líneas del busto. Sí, contestó, creo que tienes razón...

Aliro Positunga

Posted by  Tarride | Posted on 9:51 p.m.

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H conoció a Aliro un verano, mientras se hospedaba en una penosa pensión playera a la que todos llamaban "La Pulga", aunque nunca había estado claro por qué: si por los pequeños parásitos que amenizaban las noches, o por la vieja encorvada con cara de insecto que era la propietaria del lugar (ex-prostituta, según se comentaba).
Aliro era de los Positunga de Obando, un pequeño pueblo al interior y al norte de la capital, y era probablemente uno de los personajes más recurrentes de los eventos de ese verano.
Era posible encontrarlo en prácticamente cualquier parte del balneario, aunque hay que reconocer que tan difícil no era tampoco, dado su reducido tamaño.
Lo encontrabas en la mañana en la calle o el almacén comprando cigarrillos, pan y huevos; luego camino a la playa conversando con algún veraneante y fumando el cigarrilo matutino de rigor; luego en la playa misma, tomando sol sobre su toalla de leopardo o en los restos del muelle viejo. Más tarde era frecuente divisarlo coqueteando con las hijas de los dependientes cerca de las mesas de pool; y casi oscureciendo, nuevamente cerca del muelle, organizando algún evento de dudosa legalidad, para aparecer finalmente en la noche en alguna (y en todas) las múltiples fiestas, reuniones y fogatas (sí, habían fogatas), concertadas durante el día. De hecho, era posible rastrearlo fácilmente a ésta hora ya que solía hablar bastante fuerte entrada la noche.
Aliro estaba en todas partes, no había que buscarlo, formaba una sola cosa con el contenido general; y fue así, como a fuerza de encuentros sucesivos, al principio inesperados, pero luego abiertamente periódicos e inevitables, que H terminó conociéndolo bastante bien.

Tardes de Cine

Posted by  Tarride | Posted on 9:34 p.m.

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H se sentía un poco incómodo mientras esperaba en la puerta de salida de la sala de cine. Hacía tiempo que no veía un película así, en la sala oscura con olor extraño, con el ruido de las otras personas en un ciclo sordo y soporífero, con la butaca alta que molesta un poco en el cuello, los poza vasos demasiado grandes y las enormes cubetas de palomitas de maíz, y claro, una amiga que le gustara lo suficiente como para que cada cierto rato se sintiera obligado a mirar hacia el lado el brillo de las imágenes de la pantalla en sus ojos, un breve momento fugaz que se interrumpía en el instante en que se daba cuenta que debía mirar hacia adelante.
Caminó unos pasos hacia las carteleras para dejar a la gente pasar y leer los créditos de la última película de alguien que realmente no le interesaba. El peso de la enorme bufanda en su cuello, y el pequeño bolso en su mano izquierda, le ponían nervioso, quería preguntar y hacer tantas cosas, pero no había apuro, por lo menos suponía que no lo había.
La puerta del baño se abrió y la vió salir, se veía bien, tan bonita como siempre y le sonrió en un momento casi perfecto que se quebró sólo porque en ese mismo instante, casi fuera de cuadro, percibió hacia el borde izquierdo y desenfocada la silueta de Biperideno entrando en escena por un pasillo lateral, desde otra sala, desde otra historia y película, acompañado también por una mujer, conversando, abrazados y riendo.
H se hizo a un lado y arrastró a su amiga unos pasos por el pasillo contrario mientras evitaba la mirada de Bipe que divagaba por las paredes comentando las películas por estrenar, coqueteando en plena y febril primavera con su acompañante.
H sintió algo parecido a un golpe en el estómago, más bien un tirón fuerte desde el interior mismo de las entrañas mientras veía a la pareja salir lentamente del cine y escuchaba sin mirar a su propia amiga comentar una serie de desafortunados percances que había vivido en su ida al baño.

Aventones de Carretera

Posted by  Tarride | Posted on 10:51 a.m.

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Biperideno entró al local mientras H se quedaba semi acostado a la sombra de los techos de la bomba de bencina, acompañado por dos perros pequeños notoriamente invadidos por los más variados tipos de parásitos. A los siete minutos regresó con un par de latas de cerveza afectuosamente frías, y relató rápidamente la incursión, informando también sobre dónde se encontraban. El sonido de las olas se colaba suave juanto a una brisa lenta, tibia y salada. De no haber estado tan involuntariamente lejos de casa probablemente se habrían sentido felices, de cualquier forma la cerveza bastaba.
Evidentemente el gran problema era encontrar una forma de volver, lo más factible era intentar ablandar el corazón de algún camionero, pero H insistía en pedir un aventón al primer auto que se detuviera. Los camiones estacionados algo más lejos, cerca de los baños, descansaban mientras sus conductores dormían un rato. H vió un auto acercarse rápido por el camino de tierra que venía de la playa, el polvo tiritaba como agua en el aire caliente. Con una maniobra abiertamente imprudente entró en la bomba para terminar estacionado justo al lado de los dos desconcertados viajeros.
Dos mujeres se bajaron, relativamente bonitas y evidentemente emparentadas por su parecido, hermanas quizás, y entraron al local. Bipe miró a Haloperidol incrédulo. H simplemente rió abriendo los brazos mientras seguía a las jóvenes abriendo las puertas con desición.

Cambio de Casa

Posted by  Tarride | Posted on 9:46 a.m.

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Haloperidol tomó su trapito negro, aquel asqueroso trozo de tela que a veces usa en el cuello, revolvió el escritorio en busca del paquete de cigarrillos aplastado que suponía aun con contenido y salió caminando lentamente por el pasillo del departamento. La inercia de ciertas cosas le impresionaban, estaba a punto de cambiarse de casa, pero al parecer siempre habían excusas para no querer esos cambios. Podía ser el contrato de arriendo o una vecina recién llegada, finalmente parecía que las propias preferencias no eran tan relevantes como lo que ocurría alrededor, lo que no quería decir que no tuviera opinión. No era tan importante tampoco, pero ese día era un buen momento para planteárselo.