A Puerta Cerrada

Posted by  Tarride | Posted on 1:23 p.m.

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- ¡Juanita, abre mierda!
- ¡No!
- ¡Te estoy diciendo que abras! ¿Qué cresta estás haciendo ahí encerrada? ¿Con quién estás?
- ¡Déjame tranquila!
- ¿Estás con el tipo ese de la otra vez, no? ¿Qué porquería estás haciendo? ¡Abre la puerta!
- Déjame en paz estúpida, me leen poesía, ándate a molestar a otro lado...

B

Posted by  Tarride | Posted on 12:47 p.m.

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B está sentado inmóvil mirando el infinito. Su gesto es perdido y común, y puedo sentir las cosas que piensa. A ratos me da la impresión que inventa diálogos en su cabeza que apenas asoman en un murmullo apagado, que tan pronto como se hace consciente cesa. De pronto su mirada se hace triste, luego mueve la cabeza y sonríe.
Puedo suponer las cosas que B piensa y son una maraña de caras, lugares, personas, recuerdos. Creo que su pena es recordar demasiado, o tal vez sea por no querer dejar de hacerlo.
A veces me da la impresión que oculta tanto, pero que al mismo tiempo y desde un mismo y único ángulo es siempre transparente. Ese ángulo se repite, se mantiene invariable en las continuas mutaciones y reconstrucciones, el problema es recordar cuál es sin confundirse, y eso ya es un esfuerzo, y probablemente uno que no valga la pena hacer realmente. Finalmente, ¿para qué querer saber todo si lo importante se derrama en una mirada?
Creo que podría seguir inmóvil horas, claro que con decir inmóvil no me refiero a que no se mueva, sino que a proyectarse a sí mismo estático. Asumo que tiene que ver con las cosas que piensa, esas cosas son estáticas, son sus recuerdos que lo persiguen. Son tardes calurosas y pasillos largos y oscuros, son ojos almendrados y amaneceres de lágrimas. Son todas las cosas.
Creo que está lentamente triste por esas cosas que no puede cambiar, infinitamente enamorado de todo eso, por recuerdos demasiado dulces que en su pena le hacen feliz. Pero sólo especulo. Bien podría ser que no piense en nada.
Le ofrezco un cigarrillo y lo rechaza diciendo que no fuma, al final no hay mucho que hacer y sé que prefiere sentarse solo a mirar el vacío que conversar, así que no insisto.
A veces me da la impresión que quisiera llorar, pero nunca le he visto hacerlo. Apago mi cigarrillo y le pregunto si nos vamos. Simplemente se levanta y comienza a caminar, camina pesado, como si con cada paso fuera cerrando llaves y puertas de esos recuerdos que disfruta y que le atormentan.

Declaración Jurada

Posted by  Tarride | Posted on 1:35 p.m.

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- ¿Entonces usted los encontró? ¿Usted hizo la denuncia?
- Sí señor.
- ¿Qué hora era?
- Eran las siete en punto, yo había justo llegado a trabajar y los vi cerca de la pileta. Estaba medio oscuro pero eran ellos. Mire que me voy acercando y digo...
- ... de la mañana del 19?
- Sí señor, el 19 en la mañana. Tuve libre el 18 pero la plaza hay que cuidarla. Bueno, yo me iba acercando cuando vi que estaban ahi, seguían tomando.
- ¿Los dos?
- No señor, uno solamente, el mas moreno que estaba sentado en el banco sin ropa.
- ¿Y qué tomaba?
- Me parece que era ron, yo no entiendo mucho gracias a Dios, pero me parece que tomaba ron de la botella.
- Sentado en un banco, desnudo, a las 7 de la mañana...
- Sí señor.
- Muy bien, ¿y el otro individuo qué hacía?
- Fumaba.
- Explíque eso.
- Estaba fumando y miraba la fuente. Pero se notaba que también andaba borracho porque se reía.
- Ya... y si el otro individuo no tenía ropa, ¿cómo es que cuando llegamos estaba perfectamente vestido?
- Ah, es que la ropa la tenía ahí al lado. Solamente tenía puestos los zapatos, me dijo que le daba frío.
- Entonces estaba ahí sentado, sin ropa, con zapatos, y con la ropa tirada al lado.
- No exactamente, la ropa la tenía bien dobladita la verdad.
- Ya... Entonces, ¿qué mas pasó?
- Bueno es que para mí el problema era la fuente.
- Explíqueme.
- La fuente es de las que hace circular el agua, ¿sabe?, yo la cuido por lo de los filtros.
- ¿Y?
- Bueno, es que cuando llegué el tipo que fumaba le había echado tinta o algo así. Una pintura. Se veía el agua roja, parecía vino tinto. Cuando salió un poco más el sol se notó bien.
- ¿Pero entonces usted vió al tipo echar tinta al agua?
- No señor, pero sé que fue él. Si estaba ahí mirando, fumaba y se reía.
- Bueno, esto queda anotado en su declaración. El problema es que cuando nosotros llegamos los individuos estaban sentados tranquilamente, no había nadie desnudo, tampoco botellas de ron. ¿Cómo explica eso?
- ¿Y la fuente?
- ¿Bueno y cómo se yo que no le echó usted la cuestión?
- ¿Yo? No, jamás haría algo así, no sería capaz...
- ¡Peñafiel!, deje en libertad a los detenidos, aquí no hay nada que hacer...

Sobre Tyrone Baboon

Posted by  Tarride | Posted on 12:51 p.m.

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Baboon tenía ciertas características extrañas. No era abiertamente maniático, pero revisaba unas tres veces al día si había dejado el gas de la cocina abierto. Decía que no fumaba, pero lo hacía de todas formas. Bebía a pesar de tener lengua y garganta casi insensibles (o tal vez por eso lo hacía).
De joven trabajó en un barco, pero nunca se hizo a la mar porque sentía pánico del agua. El primer hombre que cayó bajó su puño certero fue de hecho el capitán del mismo barco, siguieron un par de marinos y ahí quedo todo. Tyrone era menor de edad y en el puerto tampoco era cosa de ir a acusarse unos a otros. Viajó y probó suerte como empaquetador, cargador y conductor de camiones, boxeador y enrrollador de puros. Baboon a los veinte años ya había recorrido buena parte de América. Un tipo raro, poco estable, pero más allá de eso nunca un delincuente.
Hasta que un día le ofrecieron dinero por golpear a cierto personaje. El tiempo de boxeador en México hizo brasas en su estómago, y aceptó sin pensarlo dos veces. No se trata aquí de dar una explicación biográfica sobre el Baboon, sino simplemente relatar una forma de ver los sucesos.

Era dieciocho de septiembre de un año que no importa, en Puerto Rico. Era domingo, y la presa salía ese día borracho como siempre de un bar sucio, pero no tan sucio, cerca del hotelito de Blas Machado (quien en algún momento emplearía a Baboon también).
Siguió de cerca su objetivo, hasta callejones mas apartados, y en el último momento gritó. El tipo al darse vuelta lo miró con sorpresa. Era enorme, aún mayor que Baboon, pero el contratado se lanzó sin pensar hacia su presa. Un destello rápido y un disparo. Baboon tambaleó en el impulso de su golpe errático pero no cayó. Intentó un segundo golpe y sonó un disparo más. Las rodillas le temblaron, sintió la sangre en su vientre, caliente, negra en la noche. Sintió como si le agarraran de la nuca y lo lanzaran boca al suelo. Mientras perdía el conocimiento vio como se alejaba el tipo que se suponía debía golpear. Lo último que pensó antes de cerrar a negro, fue en sus manos en el cuello del mastodonte armado.

A las horas abrió lentamente los ojos. La sangre había parado, y a pesar de la cantidad que empapaba su ropa y los adoquines de la calle seguía vivo. Consideró pedir ayuda, pero notó que podía pararse solo. Se sentía pésimo, revisó sus heridas y vio que ambas balas habían milagrosamente escapado de la carne y contra toda ley física habían caído al suelo. Dos agujeros palpitaban en su piel. No entendía que pasaba, y pensó que tal vez el poder divino le había dado otra vida para eliminar al tipo que hacía un rato lo dejaba tumbado a morir.
Caminó por las calles oscuras hasta la casa donde sabía estaba el hombre de la pistola, mientras una idea comenzaba a tomar forma en su cabeza. Esto era lo que debía hacer, esto era para lo que había nacido. Si las balas rechazaban su carne no podía haber otro motivo que estar predestinado a ajusticiar a sus semejantes.
Rompió la puerta de una patada y corrió hacia los dormitorios. Una mujer se colgó de su cuello, pero el peso parecía nulo, de su estómago comenzó a saltar sangre nuevamente al lograr llegar a la cama que buscaba y apretar entre sus manos las de la persona que en ese instante odiaba más en el mundo.
A los minutos la sangre se mezclaba enloquecida, entre ropa, rostros y sábanas. La masa informe de lo que había sido un ser humano se convulsionaba entre los brazos de la mujer y los golpes de Baboon. Se detuvo, se recuperó de sí mismo y dio un par de pasos atrás. Tyrone estaba bañado en sangre, las heridas seguían borboteando pero no sentía cansancio ni dolor. El tipo de la pistola tenía la cabeza hundida, el hueso se había hecho polvo, pero ya estaba quieto. La mujer sólo lloraba.
De una mesa tomó la pistola y apuntó. El llanto se detuvo en el acto. Lentamente dio media vuelta y salió al aire y la noche siendo otra persona, algo distinto. Creyendo en sí mismo de otro modo.

Mudanza

Posted by  Tarride | Posted on 12:36 p.m.

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A media escalera, piso 3 digamos, tuvieron que dejar el sillón en el suelo. Afortunadamente el descanso estaba abierto hacia el aire libre, y entraba una brisa fresca preocupantemente perfumada. Biperideno comentó algo sobre haberse fijado antes en el tamaño del ascensor, Haloperidol tosiendo encendió un cigarrillo. Faltaban aun 3 pisos, pero más aun faltaba una cerveza. B subió al departamento de H por ella.
Mirando como atardecía bebieron sentados en el sillón, conversaron un rato y continuaron arrastrando el mueble camino arriba.
Las latas las dejaron caer por el ducto de desechos, sonaron dolorosamente al chocar contra las paredes húmedas mientras se perdían en la oscuridad y la basura.

Los mejores días

Posted by  Tarride | Posted on 12:13 p.m.

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"Jamás" es un concepto bastante relativo y contextualizado, "jamás" podría entenderse como un "hasta siempre" o un "para siempre" o un "nunca" incluso, hasta como un "imposible". Dentro de la imposibilidad de las cosas, los vacíos de los últimos días pasados se habían llenado con sonrisas sigilosas.
Biperideno vagaba por recuerdos cuando ya no era necesario hacerlo, lo "imposible" toma otra cara cuando hay motivos para querer creer que no sea así. El frío, a pesar de los postulados de H, había regresado. B se regodeaba con una taza de café.
Las cosas tomaban un rumbo que no era ninguno, se alejaba de ellos (de todos), no daba pistas de caminos por tomar, y todo eso tenía algo de "jamás" y de "nunca", que para el caso era lo mismo que decir "probablemente" o "pronto".
Biperideno miraba el café dar vueltas en la tacita, se imaginaba a sí mismo bebiendo de ella. ¿Cómo se vería eso?
H se sentía mal, las cosas iban bien con él pero no con su salud. Tenía que descansar. H dijo que Bipe tenía razón, que se veía tierno. Los últimos días que habían dado vuelta las cosas (para más de uno) estaban impregnados aún de una borrachera dulce y primaveral. No hay caso, pensaba B. Es siempre lo mismo, tantos años atrás.
Luego de eso volvía a meditar mirando la tacita, en los "jamás" y los "posibles", y en los días que había destruido con los labios, amarrado en abrazos y risas, y posibilidades.
Haloperidol telefonea a Bipe, se siente bien porque está dopado, creen que es momento de volver a salir. Bipe hace notar que ya es primavera, y que es triste y feliz a la vez, pero por sobre todo que ronda una risa en sus oídos, que es lo que le hace falta.

El Bar del Mono (ex Trudela)

Posted by  Tarride | Posted on 10:17 p.m.

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Tyrone Baboon encendía el tercer cigarrillo sin filtro cuando Haloperidol abrió la puerta del local, sucia puerta de bar de pequeñas ventanitas grasosas, y nadie volteó a mirar. El ruido base era el típico, la música era típica, la barra era típica, era un bar típico, era el Bar del Mono.
Inaugurado hacia el 1900 el Bar del Mono fue un local de prestigio durante su primera vida, su vida de primera mano digamos. Presidentes bebieron en él, se pactaron traiciones políticas y filosóficas, importantes personajes públicos vomitaron sus baños, y un sinfin de eventos más o menos relevantes llenaron las grietas de las viejas paredes de céntrico adobe santiaguino. Vale la pena recordar un simpático altercado entre poetas que terminó en duelo a pistolas, uno de los últimos que la capital debe consignar, y qué surgió de una pelea de baño que se transformó en pelea de barra que se transformó en pelea de cuneta. Muchas cosas se han escrito sobre el patriótico local y sus primeros aires, historias románticas y ridículas, presidenciales y criminales, amorosas y crueles. El bar cerraba sus puertas el 18 de septiembre de 1964 víctima de un espectacular incendio (en el que habría estado involucrado el abuelo materno de Biperideno), culpa del cual cambió de manos inciando su segunda vuelta, su vida de seguna mano.
Luego de algunos años bajo llave, y sirviendo de bodega ocasional, el bar reabre sus puertas el 18 de septiembre de 1968 en dudosa gloria de lo que había sido y con un nuevo nombre: "Café Trudela", nombre falso y arribista que pretendía ocultar con subterfugios parisinos que el producto más vendido seguía siendo la caña de tinto. Las reparaciones nunca bien finiquitadas y el general deterioro del barrio no aportaron a reavivar la chispa del Trudela (ex Mono), llevando a su nuevo dueño a la quiebra en solamente dos años. Los dueños originales en ese momento volvieron a comprar secretamente la vapuleada casona en menos de la mitad del precio original y permaneció cerrada por nueve años enteros. Se especula sobre los usos del local durante ese tiempo, pero no hay nada claro. Parece ser que los dueños esos años permanecieron en España... Lo que si está claro es que la reinauguración el 18 de septiembre de 1979 fue un alivio para todos al ver el antiguo letrero del local reacondicionado, vibrante y brillante, con el etílico término "bar", Bar del Mono. Durante los años venideros se convertiría en un bar típico, con decoración lúgubre, manchas históricas y meseros curtidos por el humo de cigarrillo sirviendo las mesas noche tras noche. Atemporal y primigenio, un antro, un reducto de viejas costumbres y un pedazo de tiempos pasados.
Era en éste bar que Biperideno esperaba a Haloperidol hacía medio litro de cerveza, y donde Tyrone Baboon con una sucia fotografía fotocopiada reconocía al tipo que le habían encargado matar. El rostro de H se deformó en el papel grasiento cuando Baboon apagó el cigarrillo encima, con un gesto rápido echó unas monedas en la mesa y se dirigió calmado a la puerta, con el paso del que sabe lo que debe.

Nota: Originalmente el nombre "Bar del Mono" habría sido puesto años después de la primera inauguración con otro nombre que nadie recuerda, ya que los parroquianos habrían comenzado a llamarle así a causa del pequeño mono tití, mascota del dueño, que bebía vino en un dedal y paseaba por las mesas ebrio arrancando carcajadas a los asistentes.

Una tarde en lo de Haloperidol

Posted by  Tarride | Posted on 1:31 p.m.

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Biperideno salió de su casa a eso de las seis de la tarde, la luz cortaba perpendicularmente los plátanos orientales y los arces (milenarios según H) que poblaban el camino hasta la Calle Principal, era un simpático espectáculo de color y reflejos luminosos, pero a pesar de que por lo general éstas serían cosas en las que Bipe se detendría a reparar, hoy había algo que lo empujaba.
Marcó su teléfono celular, el número de Haloperidol. Dió tono aun un par de metros hasta que del otro lado salió una voz agotada y seca, algo pastosa incluso, e indudablemente somnolienta: "¿Si?" dijo, "Tengo sed..." contestó simplemente Bipe, a lo que la voz respondió "Ya, yo también...", acto seguido (y para no seguir caminando en una urgencia de ésta magnitud) Biperideno llamó un taxi y subió en él indicando la dirección de su amigo. *
Exactamente 7 minutos y 39 segundos después el vehiculo aparcaba en la puerta del edificio indicado. Pagó la tarifa con un murmullo de desaprobación y se dirigió a la puerta. No veía al portero por ningún lado, optó por tocar directamente al departamento de destino.
Exactamente 1 minuto y 12 segundos después asomó Haloperidol por uno de los balcones del frente (aparentemente desnudo) y lanzó un manojo de llaves.
Todo el procedimiento de encontrar las llaves adecuadas, tomar el ascensor y caminar a la puerta correcta demoró 3 minutos y 7 segundos (bastante rápido), se escuchaba la ducha correr, así que Biperideno se dirigió directamente a la cocina, hasta el pequeño refrigerador blanco y sacó una cerveza.
Pasaron 9 minutos y 3 segundos, Biperideno inclinado contra la baranda del balcón miraba los autos pasar cuando notó que la cerveza se había acabado. Se dirigió a la cocina por otra, y al pasar constató que la ducha seguía sonando. Supuso que H no se sentía muy bien, y optó por seguir bebiendo hasta que ocurriera: 1° calmar su sed (que lo carcomía cruelmente) o 2° H apareciera.
La segunda cerveza en el balcón demoró exactamente 8 minutos y 39 segundos, y la tercera 11 minutos y 13 segundos. Llegando a la cuarta cerveza el hecho de que la ducha siguiera corriendo ya había pasado a formar parte del ambiente y no implicaba un cuestionamiento.
Para la sexta cerveza (y el final del pack) el sol se había ocultado completamente, la luz de los faroles daban un nuevo sentido a la observación aérea de Biperideno y la ducha seguía corriendo. Biperideno opinó que ya no sentía sed, lanzó la colilla actual edificio abajo, fue hasta la puerta y regresó a su casa caminando, en lo que demoró exactamente 26 minutos y 13 segundos. **

* Hay aquí claramente una inexactitud, ya que intentar tomar taxi en una calle secundaria en un dia poco movido es casi imposible, sin embargo parece ser cierto, de otra forma sería un invento de Biperideno.
** Según Haloperidol ese día bebieron juntos en el balcón, Bipe no lo recuerda así, asegura haber estado sólo.

H pasa una tarde nervioso

Posted by  Tarride | Posted on 9:33 a.m.

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Era el tercer cigarrillo que H encendía al hilo (uno con otro digamos), se le notaba particularmente nervioso, incluso considerando que bajo un ánimo de relajo era frecuente verlo enmarcado por gesticulaciones ansiosas, por esa especie de síndrome de abstinencia de cualquier cosa que no hubiera sido efectiva durante los últimos momentos. No se malentienda, H no habría sido catalogado como adicto a algo (o no más que la mayoría de las personas) pero la privación de cualquier cosa le ponía nervioso por el simple hecho de estar siendo "privado" de algo. Supongo que de niño fue excesivamente mimado, o quizás algún otro trauma escondiera esa sucia mente que hoy conocemos como su "personalidad". Como sea, H se veía nervioso.
El día era cálido, con atisbos estivales, y el olor a manguera de jardín recalentada se filtraba por las cortinas delgadas y blancas del living de la casa que habitaba Biperideno en aquel tiempo. Un magro antejardín con poca pero efectiva vegetación aportaba su suave aroma a tierra humeda, y el piso de parqué con un dejo de olor a cera junto a los sillones de terciopelo gris completaban un cuadro lánguido y casero. A pesar de ese ambiente de distención absoluto y de contar con una cuantiosa provisión de cerveza bien helada en el refrigerador, H se sentía contradicho. Se movía de un lado a otro, y sus cigarrillos de mala calidad contrastaban tristemente con el aroma a exhuberante tabaco negro que aún humeaba una pipa grasosa sobre la mesa del comedor.
Biperideno tirado en el suelo sin polera y con sus short de gimnasia vegetaba transportándose a pasados tiempos infantiles, disfrutando del sopor post alimenticio. Una copa de vino bailaba entre sus dedos diligentes, casi vacía, lo que no causaba problema alguno ya que en la otra mano conservaba la botella y era de ahí de donde bebía a sorbos pausados, como si se tratara del néctar más sublime y primaveral que existiera.
H, pasó sobre Bipe nuevamente, apretando las manos y mirando severamente la pequeña y coqueta terraza que se adivinaba a cada vaivén de las cortinas balanceadas por la brisa cálida y perfumada. Era sin lugar a dudas el sitio perfecto para pasar la tarde con un buen vaso de cerveza nacional muy fría, casi congelada (hablamos aquí de aquel punto celestial en que las cervezas de ciertos tipos mejoran su sabor y textura ayudadas por la semi congelación del líquido, que a pesar de los cristales de hielo corre suavemente por las gargantas de los parroquianos, refrescándolas amorosamente. Cabe aclarar de todas formas, que el autor tiene plena consciencia de que éste punto de frío en otras cervezas resulta fatal, ahogando los sabores y complejos aromas que pudieran estar escondidos en el simpático destilado).
Esa tarde H estaba nervioso y deambuló por la casa sin rumbo hasta dar con una botella de ron que mermó su ansiedad, terminando en calzoncillos con los pies metidos en la piscina, mientras que Biperideno no hizo absolutamente nada. Por la noche fue otra cosa.

Las Hermanas Alcayota

Posted by  Tarride | Posted on 11:34 a.m.

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La Reina de Belleza del quinto concurso municipal de cierto popular municipio de la capital era verdaderamente una belleza. Morena, caderas anchas, poco bigote, senos voluptuosos cual melones calameños y ojos de ratoncillo cola larga. Un digno exponente de cierta particular mixtura genética, muy criolla, desarrollada a lo largo de las décadas de laboriosa impunidad profilática, fruto de gozosas noches de pasión y honesto amor (post) familiar. Esta señorita recibía el nombre de Juanita Alcayota, Juanita como su abuela paterna y Alcayota como la fruta, o como su apellido familiar también.
Su hermana Eugenia Alcayota, era aun más bonita, pero no gustaba de los concursos de belleza y jamás habría aceptado participar en uno. Algo más redondeada que la primera pero con un cuerpo formidable, como corresponde a una mujer "algo más redondeada" (como las prefieren los caballeros si se quiere), dabla clases de baile y educación física en una escuela cercana a su hogar, y en sus tiempos libres se dedicaba a leer revistas del corazón. Eugenia suponía que su vida transitaría entre su hogar con las historias de dulces amarguras amorosas, y el colegio con los niños gritones y moquillentos, hasta que apareciera un príncipe azul que la llevara a conocer nuevos horizontes. De hecho era tal la confianza que tenía en ésta secuencia de acontecimientos que había renunciado totalmente al mundo social de salón al que los jóvenes por esa edad son tan asiduos.
No ocurría lo mismo con Juanita, que era la reina de la fiesta en cada evento del que se enterara (bien dicho enterara porque eso suponía inmediatamente su presencia en el lugar). Ella creía que el estar bien informada era lo principal para tener una oportunidad de surgir, y a pesar de no haber dado pie en bola con los estudios superiores, diariamente se empapaba de toda noticia que encontrara a su paso. De ésta manera Juanita en poco tiempo se había convertido en una especie de enciclopedia noticiosa, lo que le permitía sostener largas conversaciones del más diverso tipo, con los más diversos tipos.
Justo habría sido suponer que las cualidades de las hermanas se hubieran repartido de forma mas heterogénea, definiendo asi una hermana bonita y tonta, y una fea y muy inteligente, pero cualquier persona sabe perfectamente que la realidad no es así, y que ese tipo de concepciones sólo se da en las fantasías facilistas de ciertos personajes extremadamente infantiles y de corto genio, efecto mediante y equivalente en que habría sido posible suponer que estas dos señoritas hubieran conocido a nuestros héroes alguna vez. Pero lo cierto es que nunca se conocieron, a pesar de que probablemente la descripción anterior puede habernos hecho suponer eso, por la descripción misma y por encontrarse anclada en medio de las aventuras de nuestros héroes. Por lo tanto se da fé aquí que Haloperidol y Biperideno jamás tuvieron contacto alguno con las hermosas hermanas Alcayota.

Norte-Sur

Posted by  Tarride | Posted on 10:40 a.m.

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Haloperidol se sentía mal, muy mal. Levantó la vista del lavamanos y mojó su frente. En ese momento se dió cuenta que llevaba lentes, lentes ópticos, puestos. Él no usaba lentes.
Biperideno estaba sentado en el suelo del baño un poco más a la derecha. Parecía estar dormido, y tenía parte de la chaqueta manchada con sangre.
H no estaba seguro. No estaba seguro en general, de nada. No recordaba muy bien donde estaba, no recordaba bien como había llegado ahí ni como era que ahora estaba Biperideno tirado a su lado. No recordaba haberse juntado con él esa noche. Tampoco sabía de donde habían salido ni la sangre ni los lentes. Tampoco era que le preocupara demasiado, pero valía la pena preguntárselo.
Movió con el pie a su amigo en el suelo, Bipe despertó y se paró lentamente. Era un baño blanco y limpio, olía a cloro y detergente, lo único sucio ahi dentro parecían ser ellos mismos.
Al salir se dieron cuenta que estaban en algún punto de la norte-sur, en una estación de servicio. Por la posición del sol era probablemente pasado el medio día, y la luz hería cruelmente las pupilas sobre-estimuladas de ambos. Había unda dudosa cualidad salada y marina en el aire que circulaba expedito por el lugar. Haloperidol todavía confundido comentó torpemente lo bonito que estaba el día y se sentó en una de las mesitas de auspiciador que habían en la terraza del localcito de comidas al paso. Biperideno estirando los brazos y a medio bostezo preguntó, "¿En estas cuestiones no venden cerveza o sí?".

Para la casa, condominio o departamento

Posted by  Tarride | Posted on 11:05 p.m.

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Tarea para la casa:

1.- (Léase: uno, punto y guión) Investigue quién inventó la cápsula plástica digerible para píldoras. Dé una breve reseña histórica y comente las bondades de este invento. Ponga particular atención en el desarrollo de diferentes materiales que permiten diversos tiempos de digestión e incorporación de los químicos al sistema digestivo.

2.- Averigue qué medicamentos tiene en casa, confeccione una lista con cantidad de unidades, tipo de envase, uso, posología, etc. Mientras más datos incluya optará a una mejor evaluación.

3.- Dibuje su medicamento favorito en una hoja de block y píntelo. Puede usar acuarela, témpera o lapiz pastel (si su tutor lo permite).

El asunto del pijama

Posted by  Tarride | Posted on 2:11 p.m.

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Cierta vez mediando el mes de mayo, tal y como acontece hoy, sucedió a Biperideno una notable aventura. Se encontraba junto a Haloperidol, ya amigo de numerosas ocurrencias y azares, cuando en viaje a cierto lugar que no vale la pena recordar y poseyendo absoluto uso de sus facultades, se vió a si mismo en grueso lío: Haloperidol no usaba del pijama al dormir durante la noche, lo mismo que nuestro entrañable amigo psicofarmacológico, y disponían sólo de uno en ese momento, siendo las 11:15 de la noche en pleno viaje ferroviario. Afortunadamente para el resto de los pasajeros, nuestros amigos habían comprado pasaje en un coche-cama privado, pero eso no resolvía el asunto del pijama. "¿Qué podemos hacer?" se lamentaba Biperideno atribulado, mirando con congoja la botella de whisky que asomaba coqueta de la maleta de su compañero. "Ya que yo pagué el pasaje, justo es que tú uses el pijama Biperideno", dijo Haloperidol, "sabes bien que esas prendas me aprietan". Biperideno luego de tomar un segundo trago de whisky nacional (tal vez sería relevante aquí aclarar que la velocidad de nuestro amigo para abrir una botella de whisky y beber un trago sigue siendo igual de prodigiosa que en aquellos años), dejó la botella verdosa a un lado y sentenció: "Habremos de jugar cachipún para sortear quién use la parte de abajo y quién la parte de arriba, sólo esa es una justa división del asunto del pijama". Haloperidol satisfecho con el trato asintió solemne, "Que así sea". Y así fué.

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Haloperidol es un tranquilizante mayor que se indica principalmente para el uso en el manejo de manifestaciones de desordenes psicóticos. Otras indicaciones son: control de tics y las expresiones vocales de la enfermedad de Gilles de La Tourette en niños y adultos. Es efectivo para el tratamiento de los problemas severos de comportamiento en niños agresivos, hiperexcitables explosivos (espontáneo, no reactivo a provocación). Efectivo también en el tratamiento a corto plazo de niños hiperactivos que muestran síntomas excesivos: impulsividad, dificultad en mantener la atención, agresividad, humor lábil y pobre tolerancia a la frustración. En estos dos últimos grupos debe usarse niños únicamente después de la falla en la respuesta a la psicoterapia o a otros medicamentos. Se indica también en Corea de hungtington, movimientos coreicos de la senilidad, balismo. Se prefiere para el control rápido de estados psicóticos hiperactivos.Prevención y control de náuseas y vómitos severos (inducidos por quimioterapia). Se usa en autismo infantil.

Biperideno es un fármaco que actúa bloqueando los receptores de acetilcolina (transmisor químico del impulso nervioso) de distintas partes del cuerpo, incluido los del cerebro. Normalmente existe un equilibrio entre el nivel de dopamina (transmisor químico del impulso nervioso) y de acetilcolina. Una disminución de los niveles de dopamina, que se produce en la enfermedad de Parkinson, provoca altos niveles de acetilcolina. Bloqueando los receptores de acetilcolina con biperideno, ese equilibrio puede ser restaurado.

Estas son sus (no) aventuras...